Quizás la educación en valores que desde hace un tiempo se intenta, todavía, en muchos casos consiste en un mero discurso abstracto que aún no se traduce en hechos, sólo son palabras.
Desde nuestra escuela y a través del proyecto educativo institucional, intentamos formar a niños y jóvenes en virtudes imprescindibles, capacitándolos así para emerger y crecer como personas.
Si bien la cuestión curricular o pedagógica sigue siendo primordial ante la crisis de valores actuales y el embate de los medios, pensamos en la educación como algo más profundo que implica ayudar a niños y jóvenes a tener ciertas actitudes frente a la vida.
Hoy educar es mucho más que instruir adecuadamente: también es importante y trascendente enseñar a convivir, respetar, compartir, perseverar y aprovechar aquel potencial, aquellas fortalezas o capacidades que todos en mayor o menor medida tenemos.
La familia toma aquí también un rol importante en la educación, dado que es el amparo natural y necesario para la realización plena del ser humano.
La escuela y la familia tienen un desafío: rescatar los valores esenciales. Asumamos el compromiso de escuchar a nuestros hijos, interpretar sus códigos, preguntar entendiendo el sentido de su mensaje, marcar lo que creemos que está mal, ayudarlos a buscar la verdad con un diálogo franco y constructivo.
Este camino exige de los adultos serenidad, paciencia, perseverancia, diálogo… Pero sólo así construiremos el futuro y la nueva realidad de nuestros hijos que será también obra nuestra.
“Educar para la vida».